El proceso de rehabilitación de un paciente adicto supone un reto donde la meta final es abandonar de forma definitiva el consumo de drogas o una conducta adictiva. Se trata de un camino que no será fácil donde el tratamiento deberá adaptarse a las circunstancias de cada paciente. Sin embargo, en esta travesía hacia la recuperación total pueden aparecer obstáculos a los que habrá que hacer frente.

Uno de estos obstáculos es el riesgo de sufrir una recaída, es decir, que el paciente recaiga puntualmente en su adicción. La clave en estos casos es no venirse abajo, si no aprender de los errores para seguir avanzando hasta la recuperación total.

Comprender la recaída

La recaída en el plano de las adicciones supone regresar a un patrón de pensamiento y comportamiento propios de la adicción que está en proceso de superación. La consecuencia es volver al consumo de la droga durante el estado anterior a la recuperación. Algunas veces, la recaída se considera como un fracaso del tratamiento. Sin embargo, se puede ver de otra forma, y es entender la recaída como parte del aprendizaje que el paciente realiza durante su proceso de rehabilitación para darse cuenta de las cosas que hace bien y las que no hace bien.

La gran dificultad de salir de una adicción reside en que implica deshacerse de unos comportamientos muy asimilados. Cuando se analiza el proceso de recaída se observa que éste se caracteriza por un seguido de decisiones de riesgo que llevan a la recaída en sí misma. Por sí solas, estas decisiones tienen un riesgo relativo. No obstante, el efecto es acumulativo por lo que en algún momento la persona volverá a consumir ya que no podrá resistir más la tentación.

¿Por qué se produce?

Una recaída puede darse por varios motivos. Sin embargo, hay algunas situaciones que son más propicias a la hora de sufrir este problema. Las más habituales son:

  • Por conflictos a nivel personal (discusiones con la pareja, problemas en el trabajo, etc.)
  • Por presión social (lugares donde se incita a recurrir a la conducta adictiva, invitaciones a consumir, etc.)
  • Por estados emocionales negativos (ansiedad, depresión, irritabilidad, etc.).

En este sentido, las circunstancias en las que un paciente tiene más números de recaer son aquellas en las que ha fallado a la hora de identificar una situación determinada como de riesgo.

Un ejemplo sería que la persona se encuentre en una cafetería para tomar café y termine pidiendo una bebida alcohólica. No ser capaz de llevar a cabo las estrategias de afrontamiento aprendidas durante el tratamiento ante una situación imprevista es otra situación que suele propiciar una recaída.

Por otro lado, tenemos que distinguir entre caída inicial (un episodio aislado) y recaída (vuelta a los niveles de conducta o sustancia adictiva anteriores al tratamiento).

A pesar de que el primer contexto puede ser algo único y puntual, en muchas ocasiones la caída inicial lleva a la recaída. El hecho de que pase esto dependerá de la percepción de fracaso de la persona y la pérdida de confianza en sus habilidades para mantener el objetivo terapéutico fijado. Son varios los factores que marcan el grado de intensidad con el que una persona vivirá emocionalmente una caída inicial. Por ejemplo, la importancia del objetivo del control de la adicción en su vida, el esfuerzo realizado para mantener esta meta, el nivel de compromiso personal con la terapia, y, finalmente, la reacción de los amigos y la familia.

Síntomas de una recaída

Cualquier recaída tiene una serie de síntomas que nos pueden indicar que una persona está pasando por esta complicada situación. Entre los síntomas más comunes:

  • Aumento de la irritabilidad y/o rencor, especialmente en el entorno más cercano
  • Volver al pensamiento obsesivo respecto al consumo de drogas
  • Discusiones frecuentes en casa y con la familia
  • Sentimientos de ansiedad y depresión que no tienen por qué estar relacionados con algún hecho acontecido
  • Descuidar el plan de recuperación dejando de asistir a reuniones, faltando a las visitas con el terapeuta, incumpliendo el plan de rutina diario, etc.
  • Insomnio e intranquilidad, así como pensamientos asociados a la imagen física y el dinero
  • Aislamiento o pérdida de contacto con otras personas
  • Conducta desafiante respecto al plan de recuperación, que se hace más evidente con el hecho de que el paciente vuelve a lugares de riesgo o se pone en contacto con personas relacionadas con el consumo
  • Actitud defensiva cuando se habla de su tratamiento y recuperación

¿Es posible prevenirla?

Uno de los objetivos del tratamiento de adicciones es prevenir futuras recaídas una vez se ha logrado volver a tener el control sobre la conducta. Para ello, es necesario desarrollar habilidades específicas para impedir la recaída o para interrumpirla, en el caso de que se haya producido. Además, también implica un cambio general del tipo de vida del paciente. De lo que se trata es de identificar las situaciones de riesgo que pueden causar una recaída, aprender respuestas adecuadas para afrontar estas situaciones, y modificar las distorsiones cognitivas sobre su capacidad de control de las conductas adictivas. Por otro lado, es aconsejable modificar las expectativas sobre las consecuencias de la conducta adictiva y actuar sobre los mecanismos de autoengaño. Un ejemplo de esto sería el pensamiento de que por una vez que haga una apuesta no va a pasar nada malo.

Por último, a la hora de afrontar un proceso más a largo plazo es bueno llevar a cabo una serie de actuaciones. Principalmente, para evitar el ansia por la conducta adictiva. Es necesario también solucionar problemas específicos como la ansiedad o la depresión, e introducir cambios en el estilo de vida. Con esto se consigue que el paciente pueda conseguir otras fuentes de gratificación alternativas a la conducta adictiva.

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