Ante un problema con el alcohol, las drogas o con cualquier comportamiento patológico que resulte nocivo, hay dos pasos muy difíciles para la persona sin los que es imposible resolver la adicción. El primer paso más complicado es la aceptación sincera de la adicción y el segundo, la verbalización y petición de ayuda. Entre ambos puede pasar poco tiempo o muchísimo, depende de la persona, de su entorno y circunstancias y cada situación es totalmente diferente, más o menos llevadera o evidente. Este periodo de tiempo que transcurre entre ambos pasos, sí suele afectar en cómo se desarrolla el tratamiento y en cuanto dura la rehabilitación. En el artículo presente, trataremos la problemática relativa a las adicciones que envuelve a las mujeres que desarrollan este problema.

De todos modos y en cualquier caso, partimos de la base que el periodo mencionado entre ambos pasos no es un indicador concluyente que defina las posibilidades de recuperación de la persona afectada. Tal como señala nuestro lema, se puede salir del laberinto de la adicción.

Los datos revelan un problema de género adicional a la adicción

Aunque la mayoría de estudios revelan que no hay tanta diferencia entre la cantidad de hombres y mujeres que sufren adicciones, esta es una realidad que no se refleja en los datos recogidos por las instituciones dedicadas a ofrecer soporte a estas personas. Lejos de encontrar una relación similar entre la cantidad de drogodependientes, hombres y mujeres que solicitan ayuda, las cifras revelan que las mujeres adictas no suelen pedir ayuda profesional y mantienen la adicción en secreto, privándose de la posibilidad de desintoxicarse.

Esto ocurre con adictas a todo tipo de sustancias: alcohol, estimulantes, tranquilizantes… y los datos son reveladores. En 2012, de todas las personas atendidas por Proyecto Hombre, solo un 9% fueron mujeres, versus al 91% de los hombres. Aunque cada año estas cifras “mejoran”, pues en 2013 ya fueron un 13,8% de mujeres, los márgenes siguen siendo muy distantes. En datos más actuales, de todos los drogodependientes atendidos por la misma organización en 2021, el 18,1% fueron mujeres y el 81,9% hombres.

Los números extraídos del mismo informe del año pasado, también revelan que la edad media de las mujeres que piden ayuda es de 41,8 años, casi tres años por encima de la media masculina.

Antes de pasar al siguiente punto, es interesante recordar que estamos hablando de las personas que acuden a especialistas, que sigue siendo una preocupante minoría. Aunque medio millón de españoles (hombres y mujeres) tiene problemas con el alcohol, solo un 10% pide ayuda profesional, según datos del Comité Asesor Técnico de la FARE.

¿Qué causa este sesgo de género entre hombres y mujeres?

Diversas fuentes de información concluyen que, en gran medida, esta desigualdad está motivada por razones sociológicas relativas al papel de la mujer en la sociedad actual y a las expectativas que existen en relación al género femenino sobre cómo debe ser y comportarse para encajar y no sufrir rechazo o exclusión social.

Aunque es una situación que está en vías de un cambio impulsado por el colectivo feminista, en la actualidad la concepción social de la mujer todavía está muy relacionada con valores como la pasividad, la sensibilidad, la bondad o la entrega a los otros y otras. Conceptos que se suman a la elevada exigencia que supone la expectativa de poder compaginar crianza, carrera profesional y cuidado personal, y que no afectan de una forma tan estricta al género masculino.

El doble estigma al que se enfrentan las mujeres

El tabú es más potente en mujeres pues, aunque las conductas de ocio relativas al consumo de alcohol o estupefacientes suelen atribuirse a los hombres, existe una normalización que elimina el factor del rechazo social hacia ellos habitualmente derivado de estas actividades. Incluso hay una cierta tendencia a considerar que un hombre que bebe de forma habitual y aun así asiste a su trabajo es una persona fuerte y admirable, y que una mujer que bebe, aunque lo compatibilice con sus demás responsabilidades, es débil y lo hace para desahogarse o porque no encuentra otra salida.

De igual manera, comparando ambos casos y dando por hecho que son de una gravedad clínica similar, mientras que no se suele juzgar o preguntar más allá acerca de cómo el consumo de alcohol o drogas afecta a la vida doméstica de los hombres, se atribuye mucha más importancia a esta faceta de la vida de las mujeres, pues se entiende que son uno de los pilares de la casa y recae en ellas la responsabilidad del buen funcionamiento de la familia y el matrimonio, entre otras.

Las problemáticas que enfrentan las mujeres adictas que no piden ayuda profesional

Cualquier problema que no se comparta, siempre tiene el potencial de ir creciendo cada vez más y de una forma más dañina. Y si bien hay muchas personas que prefieren no confiar de primeras en alguien de su entorno, no exponer la situación a un profesional empeora la situación de vulnerabilidad ante la que se encuentra el afectado, más aún si es mujer. En primer lugar, porque no es atípica la probabilidad creciente de que las mujeres narcotizada o alcoholizadas hayan sido víctimas de abusos sexuales.

La tolerancia social del alcohol en España ayuda a invisibilizar que esta es la sustancia adictiva más popular entre las mujeres. Como ya adelantábamos en el párrafo anterior, aproximadamente un 80% de las mujeres drogodependientes en España son o fueron víctimas de malos tratos por sus parejas. Este dato no solamente es estremecedor por lo que supone, sino porque manifiesta la fehaciente relación entre el consumo en mujeres y los malos tratos.

El bucle es terrible pues, de igual manera, los abusos sexuales o domésticos en una mujer que no consume, pueden motivarla a consumir. Siguiendo esta dinámica, una mujer drogodependiente tiende a ser más permisiva con la violencia. Llega un punto que la afectada ya no puede distinguir si es maltratada por mujer o por adicta. En ambos casos, asume una culpabilidad inexistente que le hace aguantar hasta el punto de quedar anulada.

Además, el género también afecta al acceso a las instituciones de rehabilitación. Adictas que han asistido a reuniones de alcohólicos, relatan haber sufrido acoso sexual por sus mismos compañeros de grupo. En una situación tan vulnerable esto puede comportar recaídas y desistimiento del proceso de recuperación, algo que nos lleva al punto anterior. En muchos casos, las víctimas de este tipo de situaciones, han logrado incorporarse a grupos de recuperación específicos para mujeres, eliminando esta gravísima problemática. De todas formas, como en muchas otras situaciones de desigualdad o desamparo de la mujer, esa no es la solución final.

Salir del laberinto es posible acudiendo a un profesional

Dirigirse a un entorno seguro en el que empezar una desconexión saludable de cualquier estímulo o casuística perjudicial para la salud e integridad es clave. Empezábamos el artículo confirmando que pedir ayuda puede no ser sencillo, pero puede lograr un cambio vital tan grande y tantos beneficios que empezar un tratamiento hacia la recuperación debe convertirse en una prioridad.

Nuestros tratamientos son personalizados y libres de sustancias tóxicas.  Nuestro centro de Gijón ofrece un entorno completamente seguro y pacífico en el que se puede lograr una máxima concentración en el proceso. Los pacientes reciben el apoyo total de terapeutas especializados cuyo objetivo es que la persona afectada retome el control de su vida. Con nuestro método probado y experiencia de más de 10 años, cualquier persona puede reinsertarse sin tener que volver a recurrir a las drogas.

Ponte en contacto con nosotros si necesitas ayuda para volver a recuperar el control de tu vida.  Recuerda que, con la ayuda necesaria, se puede salir de la adicción.