Cuando se habla de adicciones habitualmente se piensa en alcoholismo o drogas domo el cannabis o la cocaína. Aunque estas son las principales sustancias que causan una adicción, existen otras conductas adictivas, muy presentes en la sociedad, que no aparecen como resultado del consumo de una sustancia.
Así, las llamadas adicciones sin sustancia o comportamentales se caracterizan precisamente porque no hay una sustancia o droga que las provoque. Sin embargo, sus efectos pueden ser tan devastadores para las personas que las sufren como las adicciones con sustancia.
Desde Intastur, mostramos en el siguiente artículo algunos ejemplos de adicciones sin sustancia y cómo afectan a aquellas personas que las padecen.
¿Qué son las adicciones sin sustancia?
Este tipo de adicciones son conocidas también como adicciones psicológicas o comportamentales, y presentan un perfil clínico y enfoque terapéutico similar a las drogodependencias. Las similitudes entre ambos tipos se basan en que en ambas adicciones existe tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia. Además, los patrones conductuales nocivos y repetitivos son los mismos. Lamentablemente, las adicciones sin sustancia pasan más inadvertidas y, por ese motivo, es más difícil tratarlas e incluso son más aceptadas socialmente.
En general, las personas que acaben desarrollando una adicción sin sustancia comparten una serie de rasgos específicos de la personalidad. Baja autoestima, inseguridad, hipersensibilidad, timidez, tendencia a fobias sociales e introversión asociada a síntomas ansiosos son algunas de estas características.
Además, estas adicciones suelen presentarse junto a determinadas enfermedades mentales, que tanto pueden ser previas como consecuencia de la adicción. La depresión y el trastorno de personalidad son las enfermedades más frecuentes, aunque también pueden aparecer, con menor frecuencia, esquizofrenia o trastorno bipolar.
Algunas de las adicciones sin sustancia más comunes son:
1. Ludopatía
La ludopatía o juego patológico es un trastorno que afecta al control de los impulsos donde la persona que lo sufre siente unas ganas irrefrenables de apostar en juegos de azar. En los casos más extremos, el adicto puede llegar a arruinarse económicamente, incluso pidiendo préstamos de los que no se puede hacer cargo.
Se trata de un descontrol total en el que la persona adicta al juego pierde por completo la capacidad de parar su conducta. Además, lo más habitual es que niegue que tiene un problema y diga que se trata simplemente de una mala época y que, en algún momento, logrará recuperar el dinero necesario para pagar lo que debe. Con el tiempo, el entorno cercano al adicto se da cuenta del problema y hará presión para que busque ayuda y deje de perder dinero.
Además, los establecimientos donde tienen lugar los juegos de azar y apuestas, como los bingos y casinos, están pensados para facilitar los impulsos y el descontrol. La ausencia de ventanas y relojes es solo una manera más de fomentar que el adicto pierda la noción del tiempo y no sepa cuando deja de ser de noche y empieza a amanecer. De esta manera, es muy difícil controlar la frecuencia y duración del juego que tiene lugar en estos lugares. Es una conducta a la que hay que prestarle mucha atención. Por otra parte, la aparición de sistemas de apuestas online ha abierto la posibilidad de una nueva forma de adicción en la que pueden quedar fácilmente atrapados los más jóvenes.
Si el juego deja de ser placentero y empieza a ser compulsivo, necesario y problemático, ya no es un juego.
2. Compras compulsivas
Hoy, el acto mismo de la compra se ha convertido en un elemento indispensable. Comida, aparatos electrónicos u ocio reflejan el consumismo que hemos establecido como forma de vida. En esas condiciones, el problema aparece cuando el hecho de comprar se convierte en una conducta descontrolada y compulsiva. Muchos compran impulsivamente como una forma de aliviar tensiones, relajarse o divertirse. Sin embargo, en lugar de sentir satisfacción por los artículos comprados, cuando pasan a ser demasiados o artículos innecesarios, lo que se consigue es generar impotencia, angustia e intranquilidad. Igual que pasa con el juego, comprar de forma compulsiva puede llevar a endeudarse, comprando sin control.
Al momento en que el hecho de comprar supone un momento de placer, sigue inmediatamente una sensación de vacío y frustración. Las compras no llenan ni eliminan las sensaciones desagradables. Comprar en sí mismo no es malo, hacerlo de manera compulsiva y como recurso para tapar o calmar alguna otra necesidad es un problema. Muchas veces las compras se hacen para reemplazar cosas no materiales que los adictos sienten que no tienen. Y es que con las compras buscan superar la frustración que les provoca parte de la realidad que viven o el lugar que ocupan en la sociedad.
3. Adicción al trabajo
Cuando una persona dedica la mayor parte de las horas del día, y a veces de la noche, a trabajar no pudiendo hacer otras actividades o descansar, hablamos de adicción al trabajo. Son los workaholics. Son varias las causas que explican el origen de esta adicción como una excesiva autoexigencia, baja autoestima, sentimiento de inferioridad, obsesión o un exceso de ambición.
Las consecuencias de esta adicción afectan tanto a la salud como a la familia y la sociabilidad del que la sufre. Agotamiento físico, estrés, ansiedad, aislamiento, discusiones o presiones son algunas de las consecuencias de la adicción al trabajo.
4. Codependencia
O lo que es lo mismo: la adicción a una persona. Puede acarrear tantos problemas como otro tipo de adicciones como, por ejemplo, aislamiento, deterioro familiar, social y laboral, baja autoestima y hasta depresión y muerte. La persona codependiente siente que, sin la otra persona, su vida no tiene sentido y vive para y por esa persona.
Ser dependiente a otro anula las capacidades propias al sentir que solo no se puede vivir ni lograr nada en la vida. La propia estima se basa en lo que expresan los otros sobre uno mismo. Y es que estas personas creen que no merecen casi nada y hasta pueden llegar a hacer cosas que no quieren con tal de complacer o no perder a la otra persona.